¿Qué tal si tomamos la vida como un juego? Parece chistoso, ¿no? Pero cuando lo hacemos, todo se siente más ligero. Estamos tan acostumbrados a sufrir, a esforzarnos, a tomarnos todo en serio… porque eso es lo que nos enseñaron. Y entonces, la idea de jugar con la vida nos parece extraña, incluso incorrecta. Demasiado fácil.
Pero imagina por un momento una vida así… Suena hasta divertido. Los problemas dejan de parecer problemas. Escuchar música se convierte en una invitación a danzar y disfrutar. Comer un helado con un amigo ya no es solo un acto cotidiano, sino un regalo compartido. Hablar con un desconocido o sonreír a alguien no genera tensión, sino una sensación de apertura, de conexión, hasta de amor.
Vivir así no nos parece familiar, ¿verdad?
Pero aquí viene lo más profundo… El juego es espiritual. Cuando juegas, estás presente. En el juego, no hay miedo al futuro ni cargas del pasado, solo el momento. Y en esa presencia, en esa entrega total al fluir de la vida, el ser humano se convierte en un Ser Humano, con mayúscula.
Osho decía que la verdadera espiritualidad no es sufrimiento, ni renuncia, ni solemnidad. Ser espiritual es vivir con ligereza, con gozo, con gratitud. Es jugar, porque en el juego hay libertad, hay entrega, hay amor.
Entonces, dime… ¿te atreves a jugar?
Saraha
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