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Vivir en Bolivia durante varios años fue una experiencia transformadora. Me hizo amar y comprender una cultura rica y diversa, y me volvió más humana. Bolivia es un lugar único, donde caminar sobre el cielo no es solo una metáfora, sino una experiencia real. 

Recuerdo la primera vez que visité el Salar de Uyuni. Los paisajes bolivianos, desde el Salar hasta los majestuosos Andes, me hicieron sentir pequeña pero profundamente conectada con el mundo. Caminar sobre el cielo en ese vasto espejo natural cambió mi perspectiva de lo que es posible. Bolivia tiene esa capacidad de hacerte ver la vida de una forma completamente nueva. 

Un hogar más allá del lugar de nacimiento 

En este país aprendí una verdad profunda: la casa no es necesariamente donde naciste, sino el lugar que te abraza y transforma. Al vivir aquí, entendí que viajamos siempre con nuestros pendientes emocionales. Pero Bolivia, con su calidez humana, me enseñó que es posible soltar, sanar y crecer. 

La gente en Bolivia tiene algo especial. Cuando te preguntan cómo estás, realmente quieren saberlo. Se toman el tiempo para escucharte con sinceridad y genuino interés. Esa calidez y humanidad en las relaciones dejaron una huella imborrable en mí. 

Un viaje hacia el interior 

Bolivia no solo fue un país que exploré; también fue un espejo que me ayudó a explorarme a mí misma. Aquí comprendí que el amor no depende del otro, que no se encuentra en la periferia de tu ser, sino en un viaje profundo hacia adentro. En este país nació mi amor propio, ese que no se tambalea con las circunstancias externas. 

Aprendizajes de la vida cotidiana 

Sin embargo, también fue un lugar de contrastes. Descubrí que las relaciones personales muchas veces están influenciadas por el nivel social que tienes, algo que me costó aceptar. Pero a la vez, me dio herramientas para navegar esas dinámicas y crecer como persona. 

Deporte, cultura y comida 

Bolivia me regaló experiencias inolvidables. Representé al país en los Juegos Panamericanos y Sudamericanos como nadadora, algo que me llenó de orgullo. El deporte no solo me dio reconocimiento, sino también vínculos y oportunidades que facilitaron mi vida en muchos aspectos. 

Me enamoré de la gastronomía boliviana. El chuño, aunque fue un gusto adquirido, terminó siendo uno de mis favoritos. Los platos típicos, las frutas y las verduras frescas aún me hacen agua la boca al recordarlos. Bolivia me enseñó a saborear la vida, literalmente. 

Momentos mágicos 

Entre los recuerdos más especiales, está el día que paseé una llama, descubriendo finalmente las diferencias entre estas y las alpacas. También logré cumplir uno de mis sueños más grandes: sumergirme en el Lago Titicaca, solo con un bikini puesto. Era un sueño que había dibujado cuando era niña para un proyecto escolar, y vivirlo fue indescriptible. 

Bolivia como parte de mi identidad 

Bolivia dejó una marca indeleble en mi corazón. Aunque no nací aquí, lo siento como parte de mi identidad. Es el lugar que me moldeó, me desafió y me enseñó a ver el mundo y a mí misma con nuevos ojos. 

Este país, con su riqueza cultural, sus paisajes que parecen sacados de un sueño y su gente que abraza con el alma, siempre será una de mis casas en el mundo. 

P.D.: Fue difícil elegir una foto para este Blog, ya que son millones momentos capturados.

Saraha 

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