La época navideña y el cierre del año tienen algo especial: nos hacen más sensibles. En medio de luces, villancicos y reuniones, muchas veces se despiertan emociones que quizás no esperábamos. Y si estamos lejos de nuestros seres queridos o atravesando momentos difíciles, esta sensibilidad puede sentirse aún más intensa.
En estos días, estamos rodeados de imágenes y mensajes que idealizan la «familia perfecta», el «hogar ideal» o la «celebración soñada». Pero para muchos, esa realidad está lejos de lo que vivimos. Esta discrepancia entre las expectativas que nos rodean y nuestra propia experiencia puede hacer que surjan sentimientos de tristeza, nostalgia o soledad.
Es importante recordar que estas emociones no son nuestras enemigas, sino mensajeras. Nos muestran aquello que hemos callado, aquello que necesita ser reconocido. A veces, la nostalgia nos conecta con los momentos felices del pasado, mientras que la tristeza nos invita a aceptar las cosas tal como son, con sus luces y sombras.
Sentir una montaña rusa de emociones en esta época es natural. Es una oportunidad para abrazar nuestra humanidad, para aceptar no solo lo que tenemos, sino también lo que somos. Aceptar a nuestra familia tal como es, con sus imperfecciones, y aceptar nuestra propia historia, con sus retos y alegrías.
El cierre del año también nos recuerda algo fundamental: somos creadores de nuestra vida. Cada decisión, cada error, cada risa y cada lágrima nos han traído hasta este momento. Y estar aquí, vivos, experimentando la complejidad de la vida, es el regalo más grande que podemos recibir.
Así que este año, al mirar atrás, no olvides agradecerte a ti mismo. Agradece a tu cuerpo, que ha sido tu compañero fiel. Agradece a tu alma, que siempre te guía con amor. Y agradece a tu corazón, que sigue latiendo con fuerza, a pesar de todo.
¿Y tú?
¿Qué emociones te han visitado en estas fechas? ¿Qué le agradecerías a tu yo de este año? Permítete sentirlo todo, desde la nostalgia hasta la gratitud. Porque todo forma parte de este hermoso viaje que es vivir.
Saraha