¿A veces sientes que la vida tiene un sabor amargo o ácido?
Como muchos de ustedes, lo viví.
Un día mi vida dio un giro inesperado. De tener una vida estable, cómoda y tranquila, lo perdí todo. Todo. Hasta las amistades. Fue como un terremoto que dejó una grieta profunda en mi ser, llevándome al fondo del pantano. En ese momento no entendía nada. No veía una salida, ni tenía fuerzas para levantar la cabeza y mirar hacia adelante o hacia arriba. Me sentí atrapada en un hoyo profundo y oscuro.
El entendimiento, la comprensión y el agradecimiento llegaron mucho después. En medio del dolor de una ruptura amorosa, decidí enfrentar mi miedo más grande: la soledad. Quería sanar, dejar atrás los patrones repetitivos y abrirme a una vida nueva.
Sin embargo, al principio entendí la soledad como aislamiento. Me encerré en mí misma, evitando vínculos profundos por miedo a ser herida nuevamente. Elegí una postura de indiferencia hacia las personas y las relaciones cercanas. Me alejé de todo y de todos. Me mantenía en la superficie, usando el aislamiento como una barrera protectora. Parecía un camino más fácil, pero en realidad, me sentía vacía y desconectada.
Con el tiempo, gracias a la meditación y terapia, comencé a experimentar algo diferente. Poco a poco, me fui conociendo, aceptando y amando. Descubrí que la soledad no es aislamiento, ni ausencia de otros; es la presencia plena de uno mismo. Este entendimiento lo cambió todo.
De repente, mi mundo interior floreció. Empecé a disfrutar de mi compañía. Paseaba, leía, cocinaba y simplemente estaba conmigo. Por primera vez, me sentí llena y en paz. No necesitaba la aprobación de nadie; asumí la responsabilidad de mi vida y me sentí libre.
Curiosamente, mientras más cómoda me sentía conmigo misma, más abierta estaba a compartir con los demás. Las amistades y las conversaciones se convirtieron en una extensión de mi plenitud.
Hoy sé que la soledad puede ser amarga o dulce, dependiendo de cómo la enfrentes. Para mí, fue una maestra que me guió a conocerme mas a fondo, sanarme y descubrir la belleza de estar conmigo misma.
La soledad no es aislamiento. Es una oportunidad para encontrarte y saborear la vida desde tu autenticidad.
Con amor, Saraha