Hubo un amor que me rompió.
No un poquito. No suavemente.
Me deshizo por completo.
Por poco pierdo la vida. Por poco desaparezco de este plano.
Pero aquí estoy.
Y hoy, mirando hacia atrás, puedo decir algo que nunca imaginé:
gracias.
Gracias a esa persona que me llevó al borde.
Gracias a ese dolor que me arrodilló.
Porque sin esa ruptura, jamás hubiera nacido la mujer que soy hoy.
Las capas que se rompen no son tú
Cuando algo se quiebra dentro de ti, no eres tú.
Son las capas que no te pertenecen.
Las máscaras, las certezas falsas, las estructuras que no eran reales.
Se caen… y entonces queda lo auténtico.
Por eso, cuando la vida me despojó de todo,
lo que quedó fue yo.
La Saraha más honesta, la más vulnerable, la más viva.
Kintsugi: el arte de honrar las grietas
En Japón existe el Kintsugi:
cuando una pieza se rompe, no la esconden,
la reparan con oro.
Porque la herida no se oculta: se convierte en arte.
Eso pasó conmigo.
Mis grietas se llenaron de oro.
Mi historia no me hizo menos, me hizo más.
Mi dolor abrió el espacio donde por fin respiró lo verdadero.
El umbral de mi obra más auténtica
Dicen que las obras más hermosas nacen en dos extremos:
desde la plenitud… o desde la herida abierta.
Yo nací desde la herida.
Esa herida fue mi umbral,
la puerta hacia la autenticidad más pura.
Hoy no me avergüenzo de mis grietas.
Las honro.
Porque sin ellas, no existiría la mujer que soy.
Si estás rot@, recuerda esto:
incluso en tus grietas puede nacer oro.
Incluso herid@, puedes crear belleza.
Porque el dolor no te rompe: te revela.
- Saraha
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