Hay una frase que me acompaña desde hace tiempo:
«Decir NO a los demás es decir SÍ a ti mismo.»
Pero no nos engañemos: decir NO duele.
Duele porque tememos decepcionar, perder, sentirnos «malas personas».
Duele porque crecimos creyendo que amar es complacer, que ser buenos es decir que sí.
Yo también lo viví.
Me costó tanto… que me traicioné a mí misma muchas veces.
Por miedo a perder una amistad, por miedo a ser juzgada, por miedo a quedarme sola.
¿Te suena?
Cuando decir NO se vuelve necesario
Llega un momento en que tu alma ya no puede sostener lo que tu boca permite.
Tu cuerpo lo grita: ansiedad, cansancio, frustración.
Tu corazón lo sabe: estás eligiendo a otros por encima de ti.
Ahí entendí que poner límites no es egoísmo: es amor propio.
Y es también amor hacia el otro, porque le das la oportunidad de conocerte de verdad.
¿Por qué duele tanto?
Porque al decir NO, rompes expectativas.
Y cuando las rompes, algunos se van.
Y sí, perder duele.
Pero más duele perderte a ti misma por complacer a todos.
Mi aprendizaje
Hoy prefiero quedarme con pocas personas, pero reales.
Prefiero relaciones que respeten mis tiempos, mis emociones y mis elecciones.
Decir NO no me hizo fría, me hizo libre.
Pregúntate:
✔ ¿Cuántas veces dices «sí» cuando quieres gritar «no»?
✔ ¿Qué precio estás pagando por agradar?
✔ ¿Qué cambiaría si hoy eliges ser fiel a ti misma?
Decir NO no es cerrar puertas, es abrir ventanas hacia lo auténtico.
No es rechazo, es protección.
No es egoísmo, es respeto por ti.
La próxima vez que tu corazón te pida un NO, escúchalo.
Porque cada NO sincero es un SÍ a tu libertad.
- Saraha
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