Quizá elegí el camino más largo…
Pero hoy sé que fue el correcto, el más acertado.
No porque fuera fácil, sino porque fue auténtico.
Elegirse a uno mismo no es una decisión cómoda, es un acto de amor propio que exige una valentía inmensa. Cuando decides ser auténtic@, entras en un territorio donde ya no puedes esconderte. Te enfrentas a tu propia voz… y a todas las voces que has heredado: las de tu familia, tu linaje, la cultura, las creencias que parecían incuestionables.
Y entonces todo se vuelve cuestionable. Te das cuenta de que muchas de esas voces no son tuyas. Son ecos que aprendiste y que no puedes simplemente arrancar. Ahí es donde empieza el verdadero precio:
• La incomodidad de mirar dentro.
• La soledad de caminar sin multitudes que te aplaudan.
• El tiempo que parece eterno.
• Las lágrimas que nadie ve.
Yo viví en ese infierno silencioso por un buen tiempo. Y cada vez que creía que estaba «terminando», algo nuevo salía a la luz. Comprendí que no solo trabajamos nuestra propia vida, sino también las heridas y creencias de quienes vinieron antes que nosotros… y, quizás, de otras vidas.
Ese es el precio.
Y aunque se siente alto, lo vale.
Porque un día, sin que lo planees, la niebla se empieza a disipar. Y en medio de todo lo que soltaste, aparece el regalo:
• La libertad que no depende de nada ni de nadie.
• La alegría que nace desde adentro.
• Las puertas que se abren porque ahora caminas ligera.
• La certeza de que estás justo donde tienes que estar.
El camino más largo no me dio resultados inmediatos.
Me dio algo mucho más grande: me dio a mí misma.
Blog íntimo de Saraha

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