Si tuviera que escribir una carta a mi yo de 7 años, le diría: goza de la vida y cuida esa chispa divina que habita en ti, esa que ilumina el mundo con inocencia y alegría.
A mi yo de 13 años, le escribiría: no te encierres tanto, confía más en ti. Sigue tus sueños, escucha la voz de tu alma que siempre sabe el camino.
A mi yo de 17 años, le recordaría: confía en tu intuición, esa guía interna es tu mayor aliada. Sigue esa voz interior sin miedo.
A mi yo de 21 años, le diría con una sonrisa: comete los mismos errores, porque esos pasos, aunque torpes, te llevarán a donde necesitas estar.
A mi yo de 29 años, le daría este consejo: ten el coraje y la confianza para tomar las decisiones importantes. Todo lo que necesitas ya está dentro de ti.
A mi yo de 37 años, le susurraría: vive con profundidad. Abre tu corazón al amor de los amigos y a las bendiciones que la vida te ofrece cada día.
Y hoy, me digo a mí misma: solo así, con cada paso, con cada error, con cada risa y cada lágrima, pude llegar a ser lo que soy ahora. A llegar tan lejos, tan fuerte. Amar y gozar plenamente.
Mirar atrás es un acto de gratitud: agradecer a nuestro cuerpo, a nuestro yo interior, que siempre han estado ahí, con los brazos abiertos y fieles, acompañándonos en cada etapa del camino.
¿Y tú?
Al cerrar este año, ¿qué le agradecerías a tu yo de años pasados? ¿Qué momentos, errores o decisiones hicieron posible que hoy seas quien eres? Tómate un momento para mirar atrás con gratitud y celebrar tu camino.
Saraha