Este blog no es una guía para llegar al orgasmo.
Es una invitación a quedarte contigo incluso cuando no llega.
Porque muchas veces, el mayor placer no está en el clímax…
sino en ese instante donde eliges no abandonarte.
Y si estás haciendo el reto, quiero que sepas algo:
todo lo que estás explorando —las caricias lentas, la respiración, la escucha del cuerpo—
son las verdaderas llaves para volver a ti.
Tu templo no necesita ser reparado.
Solo necesita ser honrado.
* * *
Hay momentos en los que todo parece estar bien: hay deseo, hay conexión, hay contacto. Y sin embargo, no llegas.
Tu cuerpo está ahí, pero tu mente se fue.
Quizá se fue a preocuparse por cómo luces, si estás haciéndolo bien, si él (o ella) se está sintiendo satisfecho…
Quizá te estás preguntando si deberías hacer más ruido, moverte diferente, «hacer algo» para que eso que no llega… llegue.
Y justo ahí, sin darnos cuenta, nos desconectamos del placer.
Nos alejamos de nosotras.
Y comenzamos a actuar, a complacer, a forzar.
Lo entiendo. Yo también he estado ahí.
Más veces de las que quisiera.
Y durante mucho tiempo pensé que era mi cuerpo el problema.
Que necesitaba más estimulación. O más tiempo. O una técnica distinta.
Hasta que un día, en medio de un encuentro íntimo, me detuve.
Dejé de fingir que todo estaba bien.
Y me pregunté:
¿Qué necesito ahora, realmente?
Y lo que surgió no fue una respuesta sexual.
Fue emocional.
Era mi niña interior diciendo: «Quiero que me mires. Quiero que me sientas. Quiero que estés conmigo, aquí, de verdad.»
El orgasmo no es el objetivo. La presencia sí.
Desde ese día empecé a cambiar mi forma de estar en la intimidad.
Empecé a tocarme diferente.
A dejar de perseguir el orgasmo y empezar a habitarme.
Eso lo transformó todo.
Porque lo que me alejaba del placer no era la «falta de técnica»…
Era la falta de amor propio en el momento.
Era mi desconexión.
Era el miedo de ser vista y no ser suficiente.
Era la idea de que debía producir algo: gemidos, respuestas, reacciones…
cuando en realidad solo quería sentir. Respirar. Ser.
Tips para volver al cuerpo cuando la mente se escapa
Te comparto algunas claves que a mí me ayudaron (y aún me ayudan) cuando siento que me estoy perdiendo en mi cabeza:
- Pon una mano en el corazón y otra en el vientre.
Esto te regresa al cuerpo. Al pulso. A ti.
- Respira profundamente y exhala por la boca.
La respiración consciente es el puente que une el cuerpo con el alma.
- Vuelve a lo sutil.
No necesitas más fricción ni más intensidad. A veces basta con quedarte quieta y sentir el roce del aire sobre tu piel.
- Permítete pausar.
No estás ahí para complacer. Estás para honrarte. Si necesitas detenerte, hazlo. Eso también es placer.
- Háblalo si estás acompañada.
Decir «me desconecté un momento» con sinceridad puede ser más erótico que cualquier gemido fingido.
- Saraha
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