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Ni yo me creo que estoy compartiendo esto.
Pero siento que ya no tengo ganas de esconder lo que, en realidad, muchos vivimos en silencio: los vínculos que se ubican en ese espacio gris entre el deseo, la compañía, la libertad… y la confusión emocional.
Sí, hoy quiero hablar de los amigos con derecho.


¿Qué significa para mí una relación con derecho?

Durante mucho tiempo, me fascinó la idea de tener un vínculo libre.
Una especie de acuerdo sin nombre, sin etiquetas, donde solo hay conexión física, disfrute, risas, y una supuesta “felicidad sin compromiso”.

Hay una película que me encantaba por eso.
Los personajes principales tenían una relación basada en encuentros sexuales, libertad y alegría.
Y eso… eso era lo que me atrapaba: la ligereza con la que se querían, sin necesidad de poseerse.
Creo que la vi varias veces intentando entender:
¿Cómo sería tener algo así sin querer que el otro sea mío?
Porque, en el fondo, yo siempre quise tener “a alguien para mí”.
Un alguien que me elija completamente, sin medias tintas.


Después de mi última ruptura…

Me encontré con varios asuntos que tenía que sanar.
Uno de ellos fue claro: no quería vincularme emocionalmente con nadie por un tiempo.
Necesitaba saborear la soledad, disfrutarme, conocerme en mi propio espacio.

Pero a medida que fui sanando, apareció otra verdad que no podía ignorar:
la sexualidad, el deseo, las ganas de compartir piel… no desaparecen.
No se reprimen.
No se sustituyen con meditación o libros.
Y como ya había compartido públicamente sobre mis juguetes sexuales (sí, ese otro post íntimo que ni yo me creo que escribí), me dije:
"Ok… capaz es momento de vivir la película."


Y sí, viví la película... pero duró poco.

Se presentó un amigo.
Nos conocíamos, nos gustábamos, teníamos confianza.
Y en un principio, parecía que todo fluía: libertad, deseo, risa, sin “complicaciones”.

Pero ahí apareció la parte que nunca muestran en la película:

  • La confusión.
  • La posesividad disfrazada de “cuidado”.
  • Las expectativas escondidas detrás del “no quiero nada serio”.
  • Las heridas que empezaban a activarse en el silencio.

Y no solo yo me confundí.
Él también.

Porque, aunque teníamos un acuerdo libre, en algunos momentos él quería controlarme.
Tomar el rol de pareja sin serlo.
Y ahí me vi envuelta en algo que no era ni completamente libre ni completamente comprometido.
Un limbo emocional.


Además… está el juicio.

No puedo hablar de esta experiencia sin tocar un punto sensible: el juicio hacia las mujeres que deseamos libremente.
Porque sí: todavía hay muchos que creen que si una mujer tiene deseo, es una “fácil”.
Y si encima eres extranjera… bueno, peor.

A veces me reía cuando escuchaba:
"Las extranjeras son más libres, más abiertas…"

Pero la realidad es que la libertad que tengo hoy no es por nacionalidad, sino por todo el trabajo interno que hice.
Terapia.
Derrumbe.
Reconstrucción.
Meditación.
Proceso.
Estilo de vida.


¿Y qué aprendí de todo esto?

Esa historia no terminó con fuegos artificiales.
Tampoco en drama.
Simplemente… ya no quise seguir.

Porque me di cuenta de algo muy claro:
No quiero vínculos a medias.
No quiero negociar mi vulnerabilidad a cambio de validación.
No quiero jugar a ser libre, si en el fondo alguien (yo o el otro) se está lastimando.


Hoy, quiero otra cosa.

Un vínculo que vaya más allá de lo físico.
Una conexión donde el cuerpo no sea la excusa para no sentir, sino la extensión de una presencia real.
Un lugar donde tocar no sea solo piel, sino alma.
Donde pueda mirar sin miedo.
Y ser mirada con verdad.




¿Y tu?

¿Viviste alguna vez algo así?
¿Te pasó en otro país?
¿Te viste juzgada (o juzgado) por explorar vínculos que no encajan en las normas?

Me encantaría leer cómo lo vivís vos.
Este blog no es solo un relato personal.
Es una invitación a hablar de lo que no se habla… pero que muchos vivimos.

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