En las relaciones, todos cargamos con algo.
Unos se esconden, no actúan, se paralizan… porque el miedo al rechazo los detiene.
Otros nos movemos, hacemos, damos de más… porque estamos buscando ser vistos, aprobados, elegidos.
Pero al final, el motor es el mismo: el deseo de sentirnos amados tal como somos.
Todos tenemos heridas que se activan: esa ilusión de que el otro hará algo «por mí»…
ese miedo de mostrarme y que no me quieran…
esa sensación de que tengo que ganarme el amor.
Y así vamos, unos acercándose demasiado, otros alejándose demasiado, pero todos buscando lo mismo:
conexión, mirada, abrazo, pertenencia.
Tal vez no se trata de dejar de tener expectativas de golpe, sino de reconocerlas cuando aparecen y decirnos: «Lo que anhelo es amor… y puedo empezar dándomelo yo».
Hoy, recuerda: tu valor no depende de lo que otro haga o deje de hacer.
Tu amor propio es la base desde la cual todo vínculo puede florecer.
Con el mismo sello de siempre,
- Saraha
Blog: SEXUALIDAD CONSCIENTE

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