Estos días estuve triste otra vez.
No por mi país —como les conté hace poco—, sino porque sentí el peso de mis propias heridas.
Todo comenzó de manera ligera, divertida, con un coqueteo. Pero, aunque uno no quiera involucrarse demasiado, esas interacciones aparentemente inocentes pueden llegar a tocarnos en lo más profundo. De pronto, lo que parecía un juego amistoso o coqueto se transforma en un espejo. Y ese espejo te muestra heridas que aún están ahí: el rechazo, el abandono, la necesidad de ser vistos, mirados, amados.
Reconocerlo duele. Pero también es un aprendizaje.
¿Qué hago yo en esos momentos?
Lo que me ayuda, una y otra vez, es mi práctica de meditaciones activas.
Cuando comencé a meditar jamás imaginé que estas prácticas me acompañarían a lo largo de todas las rupturas, rechazos y desilusiones amorosas que iba a atravesar en mi vida.
Las meditaciones activas no son solo sentarse en silencio —aunque eso también es hermoso—, sino que te invitan a liberar, a través del cuerpo, todas las emociones que cargamos. Rabia, tristeza, frustración, dolor de un rechazo… todo puede moverse, expresarse y soltarse.
Gracias a estas prácticas he aprendido a gestionar mejor mis emociones. Hoy, cuando me enfrento a un nuevo rechazo, claro que me duele, pero ya no me derrumba como antes. Porque tengo una herramienta que me ayuda a transformar ese dolor en aprendizaje y en fuerza interior.
Si tú también estás pasando por un momento en que la vida te muestra tus heridas, quiero recordarte algo: no tienes que cargar con todo ese peso sola o solo. Las meditaciones activas son un camino hermoso para liberar lo que llevas dentro, ya sea algo que pasó hace 15 minutos, 30 días o incluso años atrás.
No se trata de negar el dolor, sino de darle un espacio para expresarse y transformarse. De soltar la culpa, el rechazo, las viejas memorias que todavía nos pesan.
Cada herida puede convertirse en una puerta hacia más conciencia, más amor propio y más libertad interior.
Con amor,
Saraha
Blog: SEXUALIDAD CONSCIENTE

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